martes, 17 de abril de 2012

Diario de burdel de Josep Lluís Seguí


Una chica de 15 años masturbándose en misa no me erotiza en absoluto.....quizás es lo que el autor pretendía. No tengo la menor idea de quién sea Josep Lluís Seguí, pero estoy seguro que no es Georges Bataille, así que una mímica de Madame Edwarda no me hace admirarlo demasiado tampoco.

En 1978, el autor envía su manuscrito a la primera convocatoria del premio La sonrisa vertical. Originalmente escrita en catalán, quedó finalista y finalmente se imprimió tanto en catalán como en español, con la traducción original del autor.

Seguí dice dedicar su libro a Georges Bataille y definitivamente su escrito (no novela) es bastante "Bataillesco"; la escena pasa de la biblioteca al burdel, del burdel a sus libros y cuadernos, de allí a la biblioteca de nuevo.

Un hombre, estudioso de literatura erótica del siglo XVII, trabajador de una biblioteca, se obsesiona por la diaria presencia de una inocente jovencita que cada día visita la biblioteca para hojear el mismo libro. Entre sus estudios sobre el erotismo y sus casi diarias visitas a las prostitutas, su vida transcurre y su obsesión crece.

A media noche, muy cerca ya de mi casa, en la esquina de donde yo vivo, me cruzo con una mujer, de unos cuarenta años, bastante atractiva, que va sola, caminando lentamente, como si no fuese a lugar determinado alguno, o como si estuviese buscando compañía, aunque no parece demasiado ser una prostituta.

Nuestras miradas se encuentran -porque deben haberse buscado primero- al pasar el uno junto al otro, y ambos nos volvemos y nos detenemos al mismo tiempo, mirándonos fijamente, directamente a los ojos. Ella me hace un gesto con la cabeza, una llamada con la mirada, entre interrogante e incitadora, de invitación y demanda, a la que yo, sin dudarlo siquiera un momento, hago un silencioso signo de asentimiento.
Sonriéndome con coquetería, guiñándome el ojo y dándome un beso fugaz -mostrando así que se trata de una profesional-, me coge de la mano y me lleva, no lejos, a su propio apartamento.
Allí pasamos más de dos horas de desenfreno sexual. Me ofrece, ella misma, sin que le diga nada, todos los deleites de la sexualidad; me hace sentir todos los sabores de su cuerpo; utiliza en mí y para mí todos los artificios de su oficio de experta meretriz.
Primero, aún en combinación y con los zapatos de altos y finos tacones puestos, haciéndome toda clase de posturas obscenas, quitándose la ropa poco a poco, haciendo muecas provocativas, sacando y moviendo la lengua impúdicamente.
Después, descalza, medio desnuda ya, sólo con las medias y el sujetador, mostrándome al abrirse de muslos su vulva, y separándose con las dos manos, la raja del culo para exhibirla plenamente a mis ojos.
Nos besamos, y yo meto mi lengua dentro de su boca, mientras le acaricio el amplio mechón de su robusto pubis, llevando después mi dedo índice por debajo de los rizados pelos, entre sus muslos calientes, hasta encontrar la ranura del sexo, que empieza a estar mojada.
Jugamos ambos con nuestras bocas y nuestros sexos; nuestros dos cuerpos se bañan de saliva con la caricia de las lenguas. Mi falo penetra hasta el fondo de su boca, y mi lengua se pierde en los labios húmedos de su vulva y entre sus nalgas.
Copulo con ella en diferentes posturas: tendida debajo de mí; cabalgándome; arrodillados como los perros, y el último billete de mil me sirve para metérsela por el culo.


El hombre todos los días busca una prostituta diferente, sin detenerse a pensar si es bella o no; lo que quiere es variedad. Pero la niña representa lo contrario que las prostitutas; ella es la pureza y la frescura, ella es la virginidad y su carne deseable es inaccesible. Un día descubre al fin lo que la chica va a buscar a la biblioteca: un libro de estampas eróticas. Desde ese momento la imagina masturbándose frente a todos, huyendo del colegio religioso para quitarse la ropa interior en la biblioteca.

Un día, después de ser contagiado de gonorrea con una prostituta vieja con la que ni siquiera disfrutó, se encuentra con la niña en una procesión religiosa y la sigue hasta la iglesia donde tienen una especie de relación sexual.

El libro tiene muchas referencias a Bataille, el autor se aseguró de este modo que yo no entendiera este libro. Un relato corto con sus buenos detalles. Especial para seguidores de Bataille.




Perversógrafo: Sexo vaginal, oral, anal, pederastia, masturbación, prostitución, sacrilegio, trios, lesbianismo.



Diario de burdel
Josep Lluís Seguí
Tusquets Editores
La Sonrisa Vertical 14
España, Marzo 1979
ISBN: 978-84-7223-314-0
96 pág.


3 comentarios:

  1. Como siempre, todo interesante y de lectura amena, lo que escribes. Y de alta calidad!
    Un saludo

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  2. jaja, me encanta esta frase: El libro tiene muchas referencias a Bataille, el autor se aseguró de este modo que yo no entendiera este libro.

    Bataille, mi eterna cuenta pendiente, será por eso, por lo arduo de su lectura que siempre encuentro algo más atractivo, pero oye, para gustos...

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  3. Huy, me ruborizan chicas......lo redacté de rapidín.
    Bataille y yo ya nos distanciamos; simplemente anda en un plano mas elevado que yo, jeje.

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