miércoles, 1 de septiembre de 2010

Lisístrata de Aristófanes


Vamos a ubicarnos por unos momentos en la Grecia clásica: Atenas tiene 350 mil habitantes, es una gran ciudad. Las mujeres son consideradas seres incompletos apenas racionales, sin derechos, sometidas al hombre, tienen prohibido adquirir bienes, hacer un trabajo, beber vino o mostrarse en público.

Ante una población tan grande, el control de la natalidad (proto-anticoncepción, sexo anal y coitus interruptus) y la homosexualidad no es escape suficiente para evitar el hambre en una región de pocas tierras fértiles, la guerra es el gran controlador del crecimiento poblacional, Atenas tiene 20 años en guerra con la liga Espartana, y no se ve el fin.

Aristófanes propone un método alterno de solucionar los conflictos: la sinergia, la unión y la negociación pacífica como arma poderosa.

Lisístrata, una mujer y por lo tanto un ser incompleto, está casada con un soldado en campaña al que nunca ve y con el que nunca se acuesta. La guerra ha hecho que hasta los consoladores sean escasos y la situación se torna desesperada por toda la Antigua Grecia. Esta gran lideresa, reúne a las representantes de las mujeres de toda Grecia y les propone una huelga sexual para obligar a sus hombres a firmar la paz.

CLEOLICE. ¿De qué se trata, querida Lisístrata, el asunto por el que nos convocas a nosotras las mujeres? ¿En qué consiste, de qué tamaño es?
LISÍSTRATA. Grande.
CLEONICE. ¿Es también grueso?
LISÍSTRATA. Sí, por Zeus, muy grueso.
CLEONICE. Entonces, ¿cómo es que no hemos venido?
LISÍSTRATA. No es eso que piensas: si no, ya nos habríamos reunido rápidamente. 

LISÍSTRATA. ¿No echáis de menos a los padres de vuestros hijitos, que están lejos, de servicio? Pues bien sé que todas vosotras tenéis al marido lejos de casa.
CLEONICE. Mi marido, por lo menos, cinco meses lleva fuera, pobre de mí, vigilando a Éucrates en Traria. 
MÍRRINA. Pues el mío, siete meses completos en Pilos. 
LAMPITO. Y el mío, si alguna vez viene del frente, coge el escudo y desaparece volando.
LISÍSTRATA. Y ni siquiera de los amantes ha quedado ni una chispa, pues desde que los milesios nos traicionaron, no he visto ni un solo consolador de cuero de ocho dedos de largo que nos sirviera de alivio «cueril». Así que, si yo encontrara la manera, ¿querríais poner fin a la guerra con mi ayuda?
CLEONICE. Yo sí, por las dos diosas, desde luego, aunque tuviera que empeñar el vestido este curvilíneo y... bebérmelo el mismo día.
MÍRRINA. Pues yo, me dejaría cortar en dos y daría la mitad de mi persona, aunque pareciera un rodaballo.
LAMPITO. y yo, hasta me subiría a lo alto del Taigeto, allí donde pudiera ver la paz.
LISÍSTRATA. Voy a decíroslo, pues no tiene ya que seguir oculto el asunto. Mujeres, si vamos a obligar a los hombres a hacer la paz, tenemos que abstenernos...
CLEONICE. ¿De qué? Di.
LISÍSTRATA. ¿Lo vais a hacer?
CLEONICE. Lo haremos, aunque tengamos que morirnos.
LISÍSTRATA. Pues bien, tenemos que abstenernos del cipote. ¿Por qué os dais la vuelta? ¿Adónde vais? Oye, ¿por qué hacéis muecas con la boca y negáis con la cabeza? ¿Por qué se os cambia el color? ¿Por qué lloráis? ¿Lo vais a hacer o no? ¿Por qué vaciláis?
CLEONICE. Yo no puedo hacerlo: que siga la guerra.
MÍRRINA. Ni yo tampoco, por Zeus: que siga la guerra.
LISÍSTRATA. Y, ¿tú eres la que dices eso, rodaballo? ¡Si hace un momento decías que te dejarías cortar por la mitad!
CLEONICE. Otra cosa, cualquier otra cosa que quieras. Incluso, si hace falta, estoy dispuesta a andar por fuego. Eso antes que el cipote, que no hay nada comparable, Lisístrata, guapa.
LISÍSTRATA. Y tú, ¿qué? (A MÍRRINA.)
MÍRRINA. También yo prefiero andar por fuego. 
LISÍSTRATA. Jodidísima ralea nuestra, toda entera. No sin razón las tragedias se hacen a costa nuestra, pues no somos nada más que follar y parir. (A LAMPITO.) Pero tú, querida laconia -pues con que tú sola estés a mi lado, aún podríamos salvar el asunto-, ponte de mi parte.

CLEONICE. Pero mujer, ¿qué pasará si nuestros maridos nos abandonan?
LISÍSTRATA. Lo de Ferécrates, «descapullar a un perro descapullado» (en México, hubiéramos dicho “pelársela” lo que significa a la vez masturbarse y aguantarse un mal momento).
CLEONICE. Esos sucedáneos son pamplina. ¿Y si nos cogen y nos arrastran por la fuerza a la alcoba? 
LISÍSTRATA. Tú agárrate a la puerta.
CLEONICE. ¿Y si nos pegan?
LISÍSTRATA. Hay que dejarse hacer poniéndoselo muy difícil, que no hay placer en esas cosas cuando se hacen por la fuerza. Además hay que causarles dolor. Y pierde cuidado, en seguida renunciarán. Pues nunca jamás disfrutará el hombre si no va de acuerdo con la mujer.
CLEONICE. Si eso es lo que os parece bien a vosotras dos, también nos lo parece a nosotras.
LAMPITO A nuestros maridos nosotras los convenceremos de que hagan una paz justa y sin engaño en todos los aspectos. Pero a la inestable multitud de los atenienses, ¿cómo se les puede convencer de que no digan tonterías?
LISÍSTRATA. Pierde cuidado, nosotras convenceremos a la parte que nos toca.
LAMPITO ». No, al menos mientras sus trirremes tengan patas y haya dinero incontable en la casa de la diosa.
LISÍSTRATA. También eso está bien preparado, ya que nos apoderaremos de la Acrópolis hoy mismo….


Toman el control de la ciudad, toman funciones religiosas “degollando” un jarro de vino sobre una copa y “beben la sangre” del sacrificio.

«Ningún hombre, ni amante, ni marido»... 
«se acercará a mí descapullado».
«En casa pasaré el tiempo sin mi toro» 
«con mi vestido azafranado y muy bien arreglada»...
«para que mi marido se ponga al rojo vivo»...
«y nunca le seguiré la corriente a mi marido de buena gana».
«Pero si me obliga por la fuerza contra mi voluntad»...
«me dejaré de mala gana y no le seguiré en sus meneos».
«No levantaré hacia el techo mis zapatillas persas».
«No me pondré a cuatro patas como una leona encima del rallador de queso»
«Si mantengo firmemente estas cosas, que beba yo de aquí»...
«Pero si las violo, que se llene de agua la copa».

Ya envalentonadas por el vino, toman la Acrópolis, cortando el acceso al tesoro de la ciudad, y por tanto parando el ciclo de la guerra.

Los hombres las sitian y tratan de sacarlas con fuego, ellas se defienden mojándolos con agua y otros fluidos. Las mujeres están en gran peligro porque en sus calenturas quieren dejar pasar a los hombres, pero Lisístrata les infunde ánimos como un general sabe hacer.

Los hombres son humillados por sus propias mujeres, en una alusión a cómo el pueblo, si se une,  puede derrotar a un gobierno demagogo y derrochador.

Al final, los hombres llegan desde Esparta con sus penes levantados (en referencia a marchar con las lanzas en alto) para firmar la paz a cambio de sexo, así acaba la huelga, así acaba la obra y ojalá así hubiera acabado la guerra del Peloponeso, pero 6 años después, Atenas caería ante Esparta; terminando con la época dorada de Grecia y dando comienzo a la transición hacia la Grecia Helenística y el control de los Macedonios.

Volviendo a la obra, yo tengo una versión ilustrada por Beardsley que puedo recomendar ampliamente. Lisístrata era una obra cómica porque un grupo de mujeres vencía a los hombres y los ridiculizaba. No se me ocurre porqué, pero 2400 años después, Lisísitrata sigue siendo una obra cómica por las mismas razones.

Como nota interesante, en Colombia, un grupo de mujeres, parejas sexuales de los pandilleros, han decidido llevar a cabo una huelga de piernas cruzadas para detener la espiral de violencia de las calles. Espero que tengan éxito.




Perversógrafo: Sexo normalito, con algunas alusiones a los juguetes sexuales.



Lisistrata
Aristófanes
2007
DISTRIBUCIONES FONTAMARA
ISBN: 9684766157
94 pág.

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