martes, 13 de julio de 2010

El jardín de las delicias de Marco Denevi

Me gusta el humor. Confieso que me gusta el sadismo a pesar de ser pacifista . A pesar de ser defensor activo de los animales, me gustan los toros. Me gustan los libros. Me gusta la cultura griega clásica, tengo una modesta colección de arte griego. Me gusta el erotismo...bueno, eso ya lo sabían.

Así que si un libro mezcla dos de estas cosas, caigo en un éxtasis: un libro de libros de erotismo (Memorias de un librero pornógrafo), un libro sobre los toros en la cultura minoica, o los relatos de humor negro y sádico.

Así que encontrarme un libro con mitos eróticos griegos y cómicos es un orgasmo de alegría para mí. Tengo un par de libros de éste corte, el que más me gusta es El jardín de las delicias, de Marco Denevi.

Denevi nos presenta más de 40 cuentos cortos, el libro no lo puedes leer de una sentada porque necesitas el tiempo para reirte y para calmar la erección. Tengo la impresión de que Denevi los escribió para su propio placer, pero que nos los comparte con un ánimo más mercantilista que otra cosa......no me puedo quejar, es una maravilla de libro.

Como Verdi su cuarteto, escribí estas paginitas para mi propia diversión. El editor cree que quizás otras personas las lean con moderada complacencia, pues Eros siempre difunde alegría en el melancólico mundo donde vivimos.

La virtud en la mujer
Jasón y sus amigos embarcaron en la nave Argos (por lo que se los conoce como los argonautas) y partieron rumbo a la remota Cólquida con el propósito de robar el Vellocino de Oro, cuyo nombre de pila es Crisomalón. Eran jóvenes, atléticos y ardientes, pero la travesía duró tres años sin hacer escalas en ningún puerto.
La hija del timonel de la nave formaba parte de la tripulación. Para ocultar su verdadero sexo y no correr peligro entre tantos hombres privados de mujer, se había disfrazado de grumete y se hacía llamar Teófilo.
Al cabo de un tiempo de navegación su padre le reprochó que practicase el amor griego con los argonautas. El supuesto Teófilo respondió:
"Es la única manera de hacerles creer que soy varón y conservar mi virtud".
El padre estuvo de acuerdo.
Pilémacos, en su Epítome, corrige o echa a perder esta historia. Rencoroso contra los griegos, sostiene que el timonel le preguntó a su hija por qué ocultaba su verdadero sexo, y que ella soltó esta calumnia:
"Porque no quiero pasarme todo el tiempo de la travesía sin que nadie me ofrezca los servicios de la virilidad"

Una viuda inconsolable
Famoso por los ornamentos de su entrepierna fue Protesilao, marido de Laodamia. Cada vez que hurgaba en las entrañas de su consorte con aquella temible púa, Laodamia sufría un éxtasis tan profundo que había que despertarla a cachetazos, cosa que de todos modos no se conseguía sino después de varias horas de bofetadas.
Entonces, al volver en sí, murmuraba:
¡Ingrato! ¿Por qué me hiciste regresar de los Campos Elíseos?".
Como parece inevitable entre los griegos, Protesilao murió en la guerra de Troya.
Laodamia, desesperada, buscando mitigar el dolor de la viudez, llamó a Forbos, un joven artista de complexión robusta, y le encargó esculpir una estatua de Protesilao de tamaño natural, desnudo y con los atributos de la virilidad en toda su gloria. Laodamia le recomendó: "Fíjate en lo que haces, porque mi marido no tenía nada que envidiarle a Príapo".
Cuando la estatua estuvo terminada, la llorosa viuda la vio y frunció el ceño. "Idiota", le dijo a Forbos en un tono de cólera, "exageraste las proporciones. ¿Cómo podré, así, consolarme?"
Forbos, humildemente, le contestó: "Perdóname. Es que no conocí a tu marido, por lo que me tomé a mí mismo como modelo".
Laodamia, siempre furiosa, destrozó a martillazos la estatua y después se casó con Forbos.

El falo mágico
Psique, una púdica joven de dieciséis años, fue obligada por sus progenitores a casarse con Heros, un viejo impotente aunque muy rico.
Para disimular su desfallecimiento de verga, Heros usaba un falo artificial que le había construido la maga Calipigia a cambio de una gruesa suma de dinero. Como la alcoba matrimonial, por orden del anciano, permanecía siempre a oscuras, Psique jamás se enteró del ardid. Parecía satisfecha y redoblaba con su esposo los transportes de la pasión. Cuando quedó embarazada, Heros debió tragarse la ira, pero no podía ocultar un semblante sombrío cada vez que lo felicitaban por su tardía paternidad.
La maga Calipigia lo llevó a un aparte y le dijo: "¿Por qué pone esa cara? ¿Quiere que la gente murmure? Vamos, quítese de la cabeza la idea de que Psique lo ha engañado con otro hombre. Lo que ocurre es que el falo que le vendí posee, entre otras virtudes, la facultad de la procreación. No se lo dije antes de estar segura de que Psique era fértil. Ahora que lo sé se lo digo. Entre nosotros ¿no merezco alguna recompensa adicional?".
Y  lo miró con expresión severa.
Heros recobró o hizo como que recobraba el buen ánimo y volvió a entregarle a Calipigia una considerable suma de dinero. Tan mágico era aquel falo que Psique tuvo siete hijos: dos morenos, dos rubios y tres pelirrojos.

Justicia
En la nación de los feacios el adulterio cometido por la mujer estaba castigado con la pena de muerte (al hombre se le propinaba una reprimenda, pero sólo si su cómplice era fea).
Nausicaa se libró de morir ajusticiada porque delante de los jueces se excusó diciendo:
"No recaí en el adulterio sino en la gula", y levantó la túnica de su amante hasta más arriba del pubis.
Como la gula no es un delito, los jueces dejaron en libertad a Nausicaa pero confiscaron al amante.







Perversógrafo: Sexo vaginal, anal, oral, orgías, zoofilia, incesto, desfloración, trios, trasvestismo, uniones mitologicas, pederastia, masturbación, homosexualidad, adulterio, juguetes sexuales, hermafroditismo. Todo sugerido, nada explícito.



El jardin de las delicias: Mitos eróticos
Denevi, Marco
2005, 1ª ed.
THULE EDICIONES
ISBN: 9788493373474
73 pags

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